Una de las primera conclusiones a las que llegamos, cuando en los primero años del milenio empezamos a compartir nuestra visión del cambio de modelos y consumo de contenidos dentro de la industria editorial, fue que la facturación de las compañías bajaría, sencillamente porque la generación de ingresos en los nuevos modelos de negocio reducirían los importes del valor de los productos y las transacciones. Esto provocó que, sobre todo en los grandes editores del sector, primeramente, hubiera un rechazo en la introducción de nuevos productos editoriales y nuevos sistemas de comercialización y, posteriormente, que quisieran mantener unos modelos de precios y gestión comercial basados en los modelos tradicionales. Un gran error que llevó poco mas tarde al colapso de algunos y a otros les cerró la oportunidad para tomar posiciones en el sector que otros han podido tomar en su lugar.
La transformación digital en la industria editorial ha sido tan imparable como la misma transformación que ha originado grandes cambios en el resto de sectores industriales y comerciales. La rapidez y la habilidad en implantarla es la que ha cerrado el camino a unos y dado oportunidad de tomar posiciones a otros.
Ismael Nafria, en su comentado libro sobre la Reinvención del NYT, dice que esta transformación digital “requiere de una voluntad muy firme y decidida por parte de la dirección de la compañía”. Puedo asegurar que esto es así, todavía puedo recordar reuniones en esos primeros años del milenio con los directores de varias compañías editoriales multinacionales que se empeñaban a toda costa en mantener los mismos modelos productivos y comerciales, negando con sus decisiones los hechos evidentes, a los que sus compañías ya se estaban enfrentando, por los cambios en los modelos de consumo y comercialización de sus productos editoriales. Algunos de estos directivos fueron cesados en los siguientes años por sus propias compañías por su incapacidad para prever y afrontar estos cambios.
En el caso del NYT, ya en el año 2005 la dirección de la compañía tomó la decisión de integrar en un solo equipo a la redacción impresa y digital y en su informe Innovation de 2014 declararon su firme voluntad de transformarse y adaptarse a un nuevo y cambiante entorno. La razón era muy simple, el diario necesitaba adaptarse urgentemente a la nueva realidad digital si no quería verse superado por la competencia.
No se ha acabado el tiempo para el cambio en la industria editorial, la realidad de la transformación digital es tan grande y los modelos están cambiando tanto que TODOS los generadores de contenidos tienen oportunidad todavía para rediseñar y crear productos y modelos de comercialización que les den oportunidad de desarrollar sus negocios en el futuro. En el último informe interno del NYT a principios de 2017 se afirma que “la revolución digital no ha cesado. En todo caso, los cambios en los hábitos de nuestros lectores –las formas en que reciben noticias e información y se relacionan con el mundo– se han acelerado en los últimos años. Debemos mantenernos al día con estos cambios”.
Ismael Nafria recoge en su libro que, en un encuentro sobre liderazgo empresarial en el año 2013, le preguntaron al editor del Times, Arthur Sulzberger, Jr., cuál era la decisión tomada durante sus años de mandato al frente de la compañía de la que se sentía más orgulloso. El editor del diario no dudó ni un momento al responder: “La velocidad a la que empezamos a abordar la revolución digital y que hemos trabajado muy duro para construir nuestra musculatura digital tanto desde el punto de vista periodístico como del negocio”.
¿Cuál ha sido su decisión?